Todos, en algún momento, hemos conocido, nos hemos cruzado o hemos sido víctimas de alguien agresivo y desafiante que nos hizo sentir incapaces o inferiores. A veces nos toca atravesar esta experiencia, ya sea en la vida cotidiana o en el entorno laboral, con esa persona que se muestra muy segura de sí misma y alardea de ello, mirando por sobre el hombro, con la cabeza bien alta, como si lo supiera todo y creyera que los demás nunca estaremos a su altura.
Es importante y realista comprender que este tipo de personas, aquellas con aires de superioridad, en realidad bloquean o enmascaran su inseguridad proyectando una imagen de dominio y humillando a los demás para sentirse mejor consigo mismas.
Nuevos estudios en el campo de la psicología indican que las personas explosivas, dispuestas a pelear en todo momento y cargadas de rencor, suelen esconder sus puntos débiles detrás de estas actitudes. Estas características corresponden al prototipo de quienes sufren un complejo de inferioridad. En otras palabras, el llamado complejo de superioridad no es más que una armadura que protege lo que una persona odia de sí misma, lo que significa que ambas condiciones pueden coexistir en la misma persona.
Respecto a esta condición mental, los especialistas señalan que el complejo de superioridad es un síntoma relacionado con un problema mayor, reconocido como un trastorno de personalidad: el narcisismo, del cual también forma parte la megalomanía. Esto implica que una persona puede llegar a desarrollar delirios de grandeza, anhelar el control absoluto de su vida y temer profundamente perder esa sensación de poder. Tiende a creerse el centro de atención, convencida de que todos hablan de ella, la observan y la critican.
La modestia no es un rasgo que caracterice a estas personas. Al contrario, suelen mostrarse orgullosas y petulantes, haciendo todo lo posible por destacar sobre los demás.
Síntomas del complejo de superioridad
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Actúan de forma arrogante y prepotente, hablando mal a otras personas y tratándolas como si valieran menos.
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En ocasiones, pueden manifestar actitudes agresivas.
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Se dirigen a los demás con burla e ironía.
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Hacen alarde de todo lo que tienen; si les va bien económicamente, suelen comentarlo constantemente e incluso inventar que poseen más.
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Presumen de sus habilidades o de su inteligencia, exagerando sus capacidades.
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Creen que todo el mundo los critica, y atribuyen las críticas a celos o envidia.
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Son excesivamente orgullosos.
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Pretenden imponer siempre sus propias reglas y puntos de vista.
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Les resulta muy difícil aceptar sus errores o pedir perdón.
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Buscan constantemente llamar la atención, recibir admiración y reconocimiento.
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Se quejan de todo, ya que nada les parece suficiente o adecuado.
Las personas con complejo de superioridad viven atrapadas en un sentimiento constante de desprecio delirante hacia los demás, convencidas de que el prójimo es inferior y de que su función es servirles.
Sin embargo, en lo más profundo del ser humano se encuentra el verdadero yo, un espacio en el que ni el dinero ni el poder tienen sentido. Es allí donde estos conceptos caen por su propio peso, revelándose como simples ilusiones humanas creadas por una mente que intenta justificar una existencia posiblemente carente de propósito.
Es recomendable que este tipo de actitudes y sentimientos sean tratados por un especialista, como un psicólogo, con el fin de equilibrar la autoestima y descubrir la causa de este desbalance. Vivir con un complejo de superioridad no es saludable, ni a nivel emocional ni social.
Fuente: Internet
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