Los niños y el valor de la sinceridad

Seguro que alguna vez hemos descubierto o ampayado al niño en alguna mentira. Todos alguna vez lo han hecho. Y hasta a veces parece algo chistoso, quedando como anécdota. Sin embargo, el problema surge cuando la mentira se convierte en un hábito para ellos.

Según la Asociación Mundial de Educadores Infantiles (AMEI-WAECE), “es importante educar a los niños en la sinceridad. Ello supone expresarse con sencillez, claridad y veracidad, sin utilizar el fingimiento, la hipocresía o la simulación. Es importante transmitir estos valores a los pequeños”. Han de aprender a decir la verdad siempre, con respeto y sin ofender a nadie.

Los padres deben enseñar a los hijos a decir la verdad desde pequeños, desde el momento en que aprenden a discernir la verdad de la mentira. Cuando un niño se acostumbra a ser sincero, crea un ambiente de confianza a su alrededor, aumentando así su autoestima y creando una base fuerte y saludable para su futuro.

Según los expertos, entre los 3 y los 9 años es el mejor periodo para que los pequeños asimilen fácilmente el aprendizaje de los hábitos relacionados con la sinceridad y la justicia. Antes de esa edad es complicado que los niños entiendan en qué consiste la sinceridad ya que su mente no distingue con claridad la realidad y la fantasía.

¿Por qué los niños mienten?

Sin embargo hay que considerar algunos factores, los cuales nos permitirán entender el comportamiento de los niños y el nuestro. Lo primero es entender que los niños no mienten por las mismas razones que los adultos. Los psicólogos infantiles han enumerado las razones por las cuales los niños utilizan el recurso de la mentira. Conseguir cosas y llamar la atención son las primeras opciones.

Por ejemplo, piensa esto: si para corregir a veces castigamos, los niños preferirán decir alguna mentira para evitarlo. Claro que una de nuestras obligaciones como padres es enseñar a los niños el valor de la sinceridad. Después de todo, de esto puede depender el futuro de nuestros pequeños, pero recuerda que ellos, por el mismo hecho de ser niños, ellos lo hacen sin tener una moralidad definida. Por lo mismo este es quizás el motivo con el cual debemos tener mayor cuidado: mucha severidad puede generar personas mentirosas.

También puede ocurrir que ellos confundan un poco la realidad y los hechos fantásticos. Para finalizar, otro motivo con el cual debemos tener cuidado es la imitación. Si una persona importante comienza a mentir, sin duda alguna los niños lo podrán repetir.

Existen además otros motivos por los que un niño no es sincero:

  • A los niños más pequeños les resulta difícil distinguir entre la realidad y la imaginación.
  • En estos casos no se puede hablar de mentiras propiamente ya que no hay mala intención por su parte.
  • Para manipular la realidad y conseguir algo que les interesa.
  • Bajo nivel de autoestima y falta de seguridad en sí mismo.
  • Llamar la atención de los adultos que le rodean.
  • Como defensa al sentirse amenazados por algo.
  • Si el niño se siente falto de cariño, se refugia en su mundo interior de fantasía y otras veces simplemente imita la actitud de los adultos más cercanos a él.

Como verás, el asunto no es tan sencillo como parece. No es lo mismo enseñar a nuestros hijos a ser transparentes que a atarse los cordones de sus zapatos. Son muchos los factores que inciden en las enseñanzas valorativas de los niños.

Pero esta es quizás nuestra lección más importante. Por eso debemos el cultivar y demostrar la paciencia en este proceso de enseñarles el valor de la sinceridad.

Consejos para erradicar la mentira de la vida de nuestros hijos

  • Cuando el niño diga la verdad, refuerza esta actitud con aprobaciones y alabanzas.
  • Si observas que el niño miente, intenta averiguar los motivos que le conducen a ello y corrígelos.
  • Es importante que en el hogar exista un clima afectivo, que dé al niño seguridad y confianza, aumentando así su autoestima.
  • No llames al niño mentiroso, y menos si hay gente delante. Hay que modificar un aspecto de su comportamiento, no de su personalidad.
  • No presiones al niño para que se sienta culpable. Ello generará sentimientos negativos.
    Los niños imitan lo que ven. Si los adultos que lo rodean mienten, él también lo hará.

Más importante aún que castigar la mentira es premiar la verdad. El estímulo es bueno para cualquier tipo de aprendizaje infantil. Por eso cuando el pequeño dice la verdad, lo correcto es que lo premiemos para que asocie la sinceridad con algo positivo. Esto ayudará a crear un ambiente de confianza dentro del seno familiar.

Por supuesto, hay que reprender cuando las mentiras se lleven a cabo, pero nuestros castigos y regaños deben ser bien orientados y moderados. Tachar a los niños de mentirosos puede ser algo muy negativo. Después de todo… ¿el objetivo no es que nuestros pequeños confíen en nosotros?

El tema de la verdad y la mentira va más allá de una disciplina o una postura moral. Más bien se trata de confianza y apoyo mutuo para enfrentar las cosas unidos.

Con el paso del tiempo, la idea es que los niños comprendan el valor de decir la verdad. Lo primero es hacerles ver que al decir mentiras nos impiden ayudarlos de la mejor manera posible. En este sentido, ser sinceros es dar y tener protección.

La cuestión de la confianza es un tema clave. Si nosotros expresamos nuestro orgullo cuando confiamos mutuamente y premiamos dicha disposición, ellos entenderán el mensaje. Porque de hecho, se trata de que el pequeño interiorice que pertenece a una familia que lo arropa.

Además, si somos auténticos ellos deberán serlo también. Partiendo de esta base, debemos evitar que nuestros hijos nos escuchen decir mentiras, contradicciones o sinsentidos. Los padres somos la imagen que deben seguir de los niños, así que todo dependerá en gran medida del desempeño propio.

Recuerda que si perdemos los estribos podríamos tener un efecto totalmente opuesto. Ser tolerantes, pacientes, analizar las situaciones y cultivar la confianza son las mejores armas para lograr este objetivo.

Fuente: Internet

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