La crianza consciente supone no hablar de padres y madres perfectos, sino de padres y madres normales, naturales. Cuando no se naturalizan ciertas tradiciones y los modelos parentales son cuestionados a cada paso, se está llevando adelante un cuidado consciente.
Los pequeños en tanto seres completos en sí mismos, son seres en constante formación y aprendizaje.
Los niños sienten lo que está bien o lo que está mal; sin embargo, si un adulto no define una acción claramente como buena o mala, el niño naturaliza sin cuestionar. De este modo, bajo el pretexto de que ‘es un juego’, o que ‘no tiene nada de malo’, muchos infantes caen en conductas abusivas y delictivas por parte de los adultos que los rodean.
Los adultos, padres y cuidadores son el modelo según el cual los niños crearán su manera de estar en el mundo. En ese sentido, se entiende que los padres también deben pedir perdón a sus hijos para incluir en el aprendizaje el reconocimiento de los errores, la asunción de la responsabilidad y el crecimiento personal.
En el marco de la convivencia diaria, el pedir perdón de los padres resuena de manera especial en los niños. Sin embargo aunque qué a veces los padres también deben pedir perdón a sus hijos sucede que a veces no es aconsejable hacerlo.
Los niños crean figuras de apego durante la infancia. Los padres suelen ser sus principales referentes; es decir, aquellas personas con las que se sienten seguros y cuidados y que tomarán de guía. Estas figuras les enseñan cuestiones prácticas, como andar en bicicleta, pero también les dan un marco de interacción social.
¿Qué sentimientos se van cultivando en los niños cuando sus padres piden perdón?
Para empezar, el hecho de que los padres también deben pedir perdón a sus hijos les enseña de que no hay edad ni condición social para equivocarse. Tampoco la hay para reconocer el error y pedir disculpas en el seno familiar.
Ver a sus padres asumir la responsabilidad de sus actos, el niño trasladará esta premisa a su vida adulta. Podrá reconocer en una discusión cuándo la situación necesita una disculpa, ya sea de su parte o de parte del interlocutor. A su vez, tendrá recursos para elaborar y aceptar disculpas en su vida cotidiana.
Por otra parte, en caso de necesitarlo, al pedirle perdón el pequeño experimentará un gran alivio; entonces, se sentirá comprendido. El adulto, en tanto, se sentirá perdonado por algo que no ha hecho bien.
¿Cuándo pedir perdón ya no es saludable?
Recordemos que pedir perdón es una acción muy valiosa, así como ofrecerlo. Por eso, si se pide perdón y se vuelve a incurrir en el equívoco, el mensaje será muy confuso para el niño. La solicitud de una disculpa debe ir acompañada de un sincero deseo de cambio.
Desafortunadamente algunos padres incurren en disculpas permanentemente y ante el menor contratiempo. Así, se disculpan ante sus hijos por acciones menores, como no conseguir sus golosinas, no tener lista su cena, no comprarles los zapatos que querían o no alcanzarle el control remoto, etc.
Seguir ese patrón de conducta puede provocar una sensación de inseguridad en los hijos. Primero, la palabra ‘perdón’ pierde su sentido, ya que se usa indiscriminadamente para todo. Además de esto, se torna más en una necesidad casi neurótica de los progenitores o cuidadores, que en una real manera de enfocarse en la necesidad de los hijos.
Pedir perdón es un regalo para los hijos y un aprendizaje para ambas partes. Pararse a la altura de sus ojos, mirarlo de frente y elaborar una disculpa a conciencia, es una muestra de ejemplo y de grandeza. Los niños sabrán que ellos pueden perdonar y que pueden, también, equivocarse y pedir una sincera disculpa.
Por último, ese perdón del niño quizás sea muy inocente en un principio, ya que el concepto de errar y de perdonar se incorpora con los años. En cualquier caso, un interesante cierre es agradecer ese perdón, reconociendo así con gratitud la bondad del otro.
No es que se pueda, es que se debe si sentimos que nos hemos equivocado. Pedir perdón es reconocer, con humildad y sinceridad, que los adultos, que los padres, también nos equivocamos. Que no somos infalibles y que a veces actuamos incluso en contra de nuestros principios. Y pedir perdón es la mejor manera de reconocer el error y de, en cierto modo, tratar de subsanarlo.
No es una debilidad confesa, es una enseñanza, porque así nuestros hijos sabrán que ellos también se van a equivocar, no una, sino muchas veces, y que lo correcto, lo que les dignifica, es saber reconocerlo, ser capaces de pedir perdón y buscar la manera de solucionar el daño.
Si en cambio nos mostramos, como muchos padres consideran que deben mostrarse, perfectos, sentirán de nuevo que ante un error deben mantenerse rectos y fuertes, que no deben mostrar debilidad, y en muchas ocasiones ni siquiera reconocerán el error cometido. Vamos, que muchos mentirán para intentar no decepcionarnos; negarán algo que a veces será evidente para evitar demostrarnos que han fallado en su intento de ser perfectos como nosotros. Y ningún padre quiere que su hijo mienta, ni que sienta que les está defraudando.
Los niños aprenden de lo que ven. Somos los adultos, especialmente los padres, los modelos que tomarán cuando tengan que enfrentarse al mundo. Como parte de este aprendizaje, es muy importante que vean cómo los mayores reconocemos lo que hemos hecho mal, asumiendo las responsabilidades y pidiendo disculpas por ello. Es una manera de valorar a los demás y crecer como persona. Aquí te damos algunas claves para pedir perdón a los niños.
“El que tiene boca se equivoca”, “Rectificar es de sabios”, “Errar es humano, perdonar es divino”, “Equivocarse es un defecto de todos, pedir disculpas es una virtud de pocos”… Existen numerosos refranes y dichos populares que se refieren al tema que nos ocupa, lo que nos muestra la importancia que tiene.
Dar las gracias no supone mucho esfuerzo. Es una forma de reconocer al otro. Sin embargo, pedir disculpas implica mucho más que decirlo. Es asumir que nos hemos equivocado. Es reconocer un fallo. Es mostrar la parte que menos nos gusta de nosotros mismos. Pero es fundamental que lo hagamos delante de nuestros hijos e incluso con ellos si les hemos ofendido.
¿Qué se les enseña al pedir perdón por los errores cometidos?
- Que asumes la responsabilidad que te corresponde: Pues reconoces que te equivocaste, que no eres perfecto, que a veces hago las cosas mal y te das cuenta de ello.
- Que le importas: Como te he ofendido, de una manera u otra, estoy disgustado por ello. y por ello, como quiero que estés bien y me interesan las cosas que a ti te parecen importantes las tengo en cuenta.
- Que demuestras empatía: Pues entiendes sus sentimientos, que reconoces que le has molestado.
- Que eres capaz de resolver alguna situación: Pues además de pedir perdón, haces lo que puedes para reparar el daño que has causado.
¿Cómo debemos pedir perdón?
Lo primero es ponerse a la altura del niño y mirarle a los ojos. Con esto conseguimos captar su atención y centrarnos en el asunto. Además de pedir disculpas, conviene decir el motivo, explicando brevemente lo que ha pasado para que ambos tengan claro de lo que se trata. Debemos esperar a que el niño dé su respuesta, ayudándole si es necesario. Esto es importante porque demuestra que él debe decidir si acepta o no lo que le decimos. Y lo tenemos que respetar. A veces al niño le cuesta comprender nuestros motivos, por lo que hay que darle tiempo. A esto también se aprende. Exprésale cómo te sientes después de haberle pedido perdón, si notas alivio, calma, paz interior. Dale las gracias por entenderlo.
Finalmente, si ha habido un daño que se pueda reparar (algún juguete roto o perdido, un malentendido…) hay que buscar la forma de solucionarlo, poniendo lo que esté en nuestra mano. Esto demuestra un compromiso y unas verdaderas ganas de comenzar de nuevo.
Pedir perdón a los niños es algo muy beneficioso para todos.
Fuente: Internet
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