En un país machista y racista lleno de doble moral como lo es nuestro Perú, es lo que se acentúa en ciudades de provincias como la nuestra.
El 25 de noviembre, el Día de la No Violencia Contra la Mujer, asunto que viene ganando cada vez más espacio en la discusión acerca de la construcción de una mejor sociedad.
Un machismo heredado y exaltado por los medios de comunicación consagra diariamente las agresiones que sufren las mujeres. Porque no se necesita de hacer víctima de violencia física a una mujer para configurar una agresión. También son actos de agresión el acoso y los piropos groseros que los varones profieren contra las mujeres en las calles.
Todos los días presenciamos la tortura que sufren las mujeres que caminan solas y que son violentadas de esta forma cobarde. Quienes lo hacen no se han detenido a pensar qué puede sentir un ser humano frente a esos actos desagradables. No se han puesto en los zapatos de una mujer que debe transitar en un entorno machista cotidiano.
En Trujillo, el Centro de Emergencia Mujer (CEM) acaba de advertir que en el distrito de La Esperanza, ocho de cada 10 mujeres son víctimas de violencia familiar; mientras que en El Porvenir atienden entre 20 y 25 denuncias por agresión en la Defensoría del Niño y el Adolescente (Demuna) y su centro de emergencia.
Las estadísticas de la Mesa de Concentración Multisectorial de Lucha contra la Violencia Familiar y Sexual de La Esperanza registran en primer lugar el maltrato físico de un 57% en edades de 18 a 59 años, seguido del agravio psicológico, en un 35%, y el ultraje sexual, en 8%. Lo lamentable es que estas cifras van en aumento en vez de disminuir, como sería lo deseable.
Un Perú que progresa y se moderniza debe erradicar la violencia contra la mujer. Lo han conseguido otros países. No hay excusa para no hacerlo nosotros.