En el siglo 19 comenzaron a salir diversas fórmulas para darle al bebé en vez de la leche materna y a mediados del siglo 20 salieron las marcas comerciales de distribución general. Hoy, después de muchos años de estudios y evaluaciones, la ciencia tiene claro que, salvo contadas excepciones, la mejor leche que puede tener un bebé es la de su mamá.
Las ventajas de la lactancia, tanto para el bebé como para la mamá son:
Dar de lactar estimula la liberación de oxitocina, que es una hormona que ayuda a contraer el útero y prevenir hemorragias en el post parto.
Dar de lactar quema calorías, por lo que las mujeres que amamantan bajan más rápido de peso luego de dar a luz.
Dar de lactar protege en cierta medida a la mujer contra el cáncer de mama y de ovario.
La leche materna tiene los nutrientes exactos que necesita el bebé en cada etapa, y va cambiando a medida que él crece. En general es mejor tolerada, por lo que hay menos problemas digestivos como gases y/o estreñimiento.
La leche materna además tiene anticuerpos, que son células de defensa que el organismo de la madre ha aprendido a hacer a lo largo de su vida y que ayudan a proteger al bebé. Los bebés que toman leche materna tienen menos problemas de diarrea, de alergias y menos infecciones tanto respiratorias como de oídos.
Estas son solo algunas de las razones por las que es muy importante que la madre dé lactancia exclusiva durante los primeros seis meses, y sería muy bueno si puede continuar con lactancia parcial hasta que el bebé llegue al año.