Si hacemos una retrospectiva y miramos la historia del desarrollo, los principales cambios sucedidos en nuestra era, han sido las denominadas revoluciones industriales: la primera, impulsada y promovida por la máquina de vapor y la energía hidráulica, cuya importancia radicó en el proceso de transformación económica, social y tecnológica ocurrido en Europa Occidental, Estados Unidos y Japón, ocurrida desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta 1850, cuando se da el paso de una economía rural a otra de carácter urbano, industrializada y mecanizada; y la segunda revolución, que partió de 1870 y cerró con la primera guerra mundial en 1914, donde los impactos de esa naturaleza de alcance globalizado parten de los procesos de industrialización mediados por innovaciones técnicas intensivas en nuevas fuentes de energía como el gas, el petróleo o la electricidad, y en nuevos materiales, se traducen en una explosión de medios como el avión, el automóvil, el teléfono y la radio.
La tercera se caracteriza, básicamente por el cambio a energías renovables, la conversión de edificios en plantas de energía, el hidrógeno, las baterías recargables y otras tecnologías de almacenamiento de energía, tecnología Smart grid o de Red de distribución de energía eléctrica “inteligente”, transporte basado en vehículos todo-electricos, híbridos enchufables, híbridos eléctricos regulares y de pilas de combustible, utilizando como energía de propulsión la electricidad renovable y la robótica.
Actualmente ya vivimos un fenómeno que se desarrolla a la par de la tercera revolución industrial, una era marcada por la convergencia de tecnologías digitales, físicas y biológicas, puesto que se anticipan cambios estructurales en el mundo que conocemos, y por lo tanto en la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos.
Así como la tercera revolución industrial partió de la llegada de la electrónica transformando la tecnología de la información y las telecomunicaciones, ahora con la automatización total de la manufactura mediada por los avances de la inteligencia artificial debidos a la ingeniería genética y las neurotecnologías, en las próximas décadas habrá un cuarto giro o revolución que cambiará radicalmente la estructura del empleo, con grandes consecuencias sociales, económicas y ambientales, algunos de estos efectos ya están haciendo que las grandes corporaciones evalúen con carácter prioritario sus actuales modelos de producción y de negocios.
Revoluciones industriales es la denominación historiográfica de tres procesos de revolución tecnológica aplicados al desarrollo de las fabricas, actualmente ya vivimos en la que se considera la Revolución Industrial 4.0 o Smart Factory.
El uso de robots para sustituir a trabajadores, un proceso que cobra fuerza en esta cuarta revolución industrial conocida también como Industria Inteligente, Industria del futuro o Revolución Industrial 4.0, la cual traerá consigo que muchos cambios en los modelos de producción de las grandes empresas como por ejemplo el que las fábricas que se trasladaron a países en desarrollo en busca de mano de obra más barata acaben regresando al lugar donde tiene su sede la empresa matriz.
«Es muy probable que vivamos un proceso donde buena parte de lo que se ha ido externalizando por parte de los países desarrollados hacia países en desarrollo para reducir costes de producción va a revertir… pues «Replicar robots es mucho más barato, sin duda, que formar a las personas y pagarles», aseguró a Efe el catedrático de Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial Senén Barro, ex rector de la Universidad de Santiago de Compostela (España), que destaca que este cambio de tendencia ha empezado ya, pero será cada vez «más intenso».
El «sofisticado» robot Baxter, desarrollado por la empresa Rethink Robotics, que es capaz de manipular con sus brazos alimentos en una cadena de procesados o ensamblar dispositivos, tiene un coste de operación en planta de 4 dólares/hora y bajando. Es un dispositivo, además, que puede trabajar las 24 horas al día, los 7 días de la semana, que no tiene altibajos, que manipula las dos manos de forma independiente, no como los humanos. Con esto es muy difícil competir».
A este proceso contribuyen los nuevos hábitos de consumo, con una necesidad mayor de productos más personalizados y plazos de entrega más cortos, que hace que «tener una fábrica muy barata en el Extremo Oriente pero que luego los productos tarden tres semanas en llegar a Europa empieza a ser un hándicap», apunta el director de IoT de Vodafone España, Daniel Barallat.
El resultado es que las empresas, para poder responder de forma ágil a esos nuevos hábitos de demanda, se tendrán que plantear mover parte de sus centros de producción para estar más cerca de su consumidor final.
Este proceso de vuelta a casa de las fábricas es algo que se ve de cerca en EE.UU., se empieza a visualizar en España y se ve con inquietud en mercados que han hecho de unos bajos costes laborales la manera de diferenciarse y ser competitivos, como es el caso de China.
Eso de «producir más barato porque tenemos unos costes salariales menores» también se va a acabar pronto, porque no va a ser competitivo en absoluto. Para entenderlo mejor pensemos en que si China siguiera con una política de competir única y exclusivamente por producir barato, estaría condenada más pronto que tarde a ser un país sin capacidad de desarrollo. Es por ello que las grandes corporaciones chinas actualmente están destinando gigantescas inversiones a tecnologías, I+D y educación.
Tesla fabrica en EEUU y Adidas ha optado por abrir una fábrica en Alemania, en vez de llevarla a China, para uno de sus productos de mayor valor añadido, «porque sale más a cuenta tenerla» cerca del consumidor, explica el responsable de coordinar la estrategia de Industria 4.0 en el centro tecnológico Tecnalia, Mikel Sánchez.
Otro ejemplo serían, según Rebeca Marciel, que lidera actualmente la consultoría digital de Gartner en España y Portugal, los servicios de atención telefónica, que se trasladaron a mercados de mano de obra más barata y que ahora, al no necesitarse tanta intervención humana, podrían también volver a los países de origen de la empresa.
La vuelta a casa de las fábricas tiene, además del ahorro de costes, otras ventajas, como dificultar las copias, no depender de las circunstancias de esos otros países, ayudar a crear empleo cualificado e impulsar la innovación que puede perderse al estar el proceso productivo fuera.
Además, como apunta el experto en Derecho y Estrategia Digital Borja Adsuara, que se fabrique donde se consume acabará siendo visto como un sello de prestigio, «un punto para publicidad».
De acuerdo con una nueva investigación realizada por The Boston Consulting Group (BCG), el uso de robots industriales de avanzada se acerca al punto de despegue, un desarrollo que podría alimentar una nueva ola de crecimiento en la productividad de muchas industrias y generar cambios de hasta cinco puntos porcentuales en los costos de competitividad de las principales economías de exportación relacionadas con Estados Unidos.
El BCG considera que la inversión en los robots industriales se acelerará notablemente durante la próxima década, con un crecimiento anual, que actualmente, está en promedio en dos a tres por ciento, y que se situará cerca del diez por ciento en los próximos años. Como resultado, el costo total de la mano de obra en la industria manufacturera podría disminuir en 16 por ciento para 2025, en especial, en los 25 países exportadores más grandes.
Las mayores ganancias en el ahorro de mano de obra se producirán en los países que están a la vanguardia de la implementación de robots industriales, como Corea del Sur, China, Estados Unidos, Japón y Alemania. Siendo así, los costos laborales de fabricación en 2025, podrían disminuir entre un 18 a 33 por ciento.
En China, uno de los mayores mercados de robots en el mundo, un incremento en el uso de la automatización podría compensar, de forma significativa, la pérdida de competitividad frente a los costos esperados, como consecuencia del rápido aumento de los salarios en las fábricas y al creciente desafío de encontrar trabajadores especializados.
Por su parte, las economías donde la inversión en robótica decaerá, y donde la baja productividad ya es un problema, son probablemente las que verán más comprometida su competitividad en la próxima década. Estos países son Francia, Italia, Bélgica y Brasil.
Fuente: Internet
Click aquí: «Los 5 retos que impone la transformación digital en la logística».
Click aquí para ver el vídeo: «Un recorrido por las Revoluciones Industriales».