Las relaciones sociales, incluidas las amorosas, tienen un antes y un después de internet. Si en el pasado hacía falta tomar un teléfono o programar un encuentro para saber del otro, hoy en día se puede ingresar en su perfil de Facebook o de Twitter y enterarse silenciosamente, sin siquiera interactuar.
En cuanto a los romances, cuando se terminaban, cada uno seguía adelante con su vida, sin conocer más nada del otro, a menos que tuvieran amigos en común o compartieran ciertos espacios, como el trabajo o la universidad. Eso, con las redes sociales, terminó.
Más de uno sabrá decir cuán difícil es dejar de espiar las interacciones de la ex pareja en Facebook a sabiendas de que eso no ayudará a la recuperación: si le firma una persona, si ya está saliendo con alguien, sus fotografías, sus comentarios acerca de cómo siguió su vida e infinitos etcéteras.
Un reciente estudio de la Universidad de Brunel en Londres confirma lo que dictaban miles de corazones rotos. Cuánto más se “stalkea” al otro en las redes sociales, menos posibilidades hay de superar la ruptura amorosa.
Publicado en la revista Cyberpsychology, Behavior and Social Networking, el informe se elaboró a partir del monitoreo de 464 usuarios de Facebook para evaluar su recuperación tras finalizar una relación sentimental.
El análisis de los casos arroja que más de la mitad de los entrevistados revisaron imágenes e información de la pareja actual del o de la ex novia. Uno de cada tres admitió haber puesto fragmentos de canciones como indirectas a su ex, ya sea para atraerlo de vuelta, como para herirlo, o bien haber posteado comentarios para darle celos.
La conclusión del estudio es que ingresar al perfil del o de la ex alarga la depresión y perjudica el proceso de superación. Esto se ve precipitado no solo por la falta del otro, sino por el aumento de los sentimientos negativos y del deseo sexual, que incrementan la frustración y la sensación de soledad.
Peor aún cuando se trata de una ruptura fuerte de una relación de años que todavía no se terminó de digerir. Nada más doloroso que encontrar al otro casado y con hijos, tal como se había proyectado como propio alguna vez. La recomendación, entonces, es resistir a la tentación de buscar cómo está el otro en la web.