Fragmentos de vitrales medievales de un valor incalculable y un enorme agujero en el techo, donde se derrumbó su aguja, la luz del día revelaba la magnitud de los daños en la catedral de Notre Dame de París, mutilada por un voraz incendio.
Philippe Marsset, vicario general de Notre Dame, fue uno de los primeros en poder entrar en la catedral gótica, cuyos arcos esculpidos estaban ennegrecidos por el humo, después de que el fuego fuera controlado.
Los funcionarios de la iglesia corrieron para intentar salvar las pinturas y otros tesoros culturales, antes de ser evacuados por los bomberos.
Pese a los inestimables daños, no todo se perdió. Nuestra Señora, una estatua de la Virgen María, fue descubierta casi intacta y la mayoría de las vidrieras del templo, incluido el magnífico rosetón redondo que domina la fachada occidental de la iglesia, se salvaron.
«Todos estamos estupefactos. Es más que milagroso, es heroico», dice Marsset, refiriéndose a la labor de los bomberos que trabajaron incansablemente para salvar esta catedral, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
El alivio era también grande entre los parisinos, que descubrían que la fachada y las dos torres de la catedral seguían de pie.