Un profundo y emotivo testimonio de fe expresaron miles de fieles trujillanos junto a los pies de Cristo Eucaristía durante su apoteósica procesión del Corpus Christi arquidiocesano, desarrollado intensamente esta tarde en el perímetro de la Plaza de Armas de Trujillo, donde se oró por la defensa de la vida y la paz.
Previamente, se ofició una solemne misa en la Plaza de Armas presidida por el arzobispo de Trujillo, Mons. Miguel Cabrejos Vidarte OFM., y concelebrada por el obispo de Cajamarca, Mons. José Carmelo Martínez, de Chimbote, Mons. Ángel Simón Piorno, de Huaraz, Mons. Eduardo Velázquez, de Chota, Mons. Fortunato Pablo Urcey, el auxiliar de Trujillo, Mons. Javier Travieso y más de 100 sacerdotes.
Durante su homilía, monseñor Cabrejos Vidarte recordó que la Iglesia cree en la presencia real de Cristo con su Cuerpo y su Sangre, con su alma y divinidad, bajo las especies de pan y vino. Y por eso revive la experiencia del apóstol Juan: “Lo que hemos visto y oído, les anunciamos, para que ustedes estén en comunión con nosotros” dijo.
Sin embargo, agregó el prelado, que para comprender mejor la presencia real de Cristo en la Eucaristía, tenemos que volver al Cristo histórico, de manera especial a su pasión.
“En el Cristo humillado y sufriente se contempla una solidaridad sorprendente, que lo une a nuestra condición humana más allá de cualquier medida imaginable. Con la muerte en la cruz que tiene como fin la salvación «habla y no cesa nunca de decir que Dios-Padre es absolutamente fiel a su eterno amor por el ser humano”. Resuena en nuestros oídos la frase de Isaías: «Aunque tu madre te abandonara, Yo nunca te abandonaré», añadió monseñor Cabrejos Vidarte.
Procesión
Tras la consagración de la Arquidiócesis de Trujillo al Sagrado Corazón de Jesús y la oración de sanación dirigida por el sacerdote José Fortea, ambas delante del Santísimo Sacramento, se inició la impresionante peregrinación en medio de cánticos, oraciones y pensamientos eucarísticos.
Cada paso en esta procesión sobre pomposas alfombras y arcos florales, fue intensamente vivido por los fieles de todas las parroquias de nuestra Arquidiócesis y de las diócesis sufragáneas, constituyéndose en un testimonio masivo de amor y fe en Cristo vivo y presente en la Sagrada Eucaristía.
Terminada la procesión, el arzobispo impartió la bendición Eucarística a todos los miles de fieles, mientras que el cielo trujillano fue iluminado por las bombardas de fuegos artificiales.