Ansiedad 2.0: el mal del siglo XXI

La imagen es conocida: vamos por la calle, quizás cargados con bolsas, carteras o abrigos, y de pronto sentimos una vibración del bolsillo o del interior del bolso. ¿Un llamado, un mail o un texto? ¿Quizás una notificación de Facebook…alguien habrá comentado la foto que posteamos hace unos minutos?

Frenamos. Rápidamente, nos pasamos las cosas de una mano a la otra de forma casi acrobática para tener un par de dedos libres con que alcanzar el celular. Tanteamos hasta sentir el cuerpo del aparato en la mano. Lo sacamos y miramos la pantalla. Está apagada: no hay SMS o mail que nos reclame.

Según un estudio reciente realizado en los Estados Unidos, un 87% de los encuestados afirmó haber sentido al menos una vez por semana las denominadas «vibraciones fantasma» (esas vibraciones que creemos sentir, pero que no existen) que provenían de sus celulares; 13% dijo sentirlas a diario.

Algunos expertos señalan que esta errada sensación puede deberse a un fenómeno eléctrico. Sin embargo, otra explicación viene del ámbito psiquiátrico: la nomofobia, o miedo a estar sin celular, puede ser la responsable de esta situación.

Sin embargo, no hace falta ser fóbico para, en algún punto de nuestras vidas, sentir una cierta dependencia del celular o la computadora. Estos dispositivos se han convertido en una herramienta clave en el siglo XXI y cubren todo tipo de funcionalidades: trabajo, entretenimiento y, especialmente, comunicación. Todo queda en cierta forma concentrado en estos aparatos.

La explosión de las nuevas tecnologías ha operado un cambio profundo en la manera en que las personas se comunican, en especial sobre la forma en que sociabilizan.

Los últimos años se caracterizaron por un desarrollo vertiginoso de las redes sociales como Facebook, Twitter, LinkedIn, Pinterest y muchas otras, que, de forma recíproca, impulsaron el continuo desarrollo en materia de tecnología y, especialmente, dispositivos móviles como tablets y smartphones.

«Hay personas que se hacen dependientes de las redes por la sensación de estar acompañados o protegidos. La pérdida [de esa conexión] les provoca angustia de abandono y soledad», explica.

Los especialistas, no obstante, remarcan que es imposible generalizar y que cada caso tendrá sus contornos particulares. Aquellas personas que tengan una predisposición natural a sufrir angustia o ansiedad podrán sentir un impacto mayor al interactuar (o dejar de interactuar) con la tecnología, mientras que otros pueden no sufrir del todo.

¿Es necesario recurrir a un apagón total para desconectarse? La Dra. Laura Orsi señala: «El gran temor es a perderme de algo si no estoy conectado». La idea es que cada individuo encuentre su propia estrategia para dominar él la tecnología y que no sea viceversa.

Fuente: Ibnfobae

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